La invaginación intestinal es un proceso en el que una porción de intestino se introduce dentro de otra como si fuera un telescopio. Eso va a tener dos consecuencias:
- Se bloquea el paso de alimentos y líquidos por el intestino.
- Y lo más grave: Se interrumpe la llegada de flujo sanguíneo a la zona invaginada, lo que puede llegar a provocar una necrosis y una perforación intestinal.
La edad de presentación típica es entre los 3 meses y los 3 años.
Síntomas
El síntoma más importante es el dolor, que se manifiesta en forma de llanto intenso, de comienzo brusco. El dolor suele presentarse en fases, cada 15-20 minutos, generalmente con decaimiento y letargo entre ellas. Si no se corrige, los episodios dolorosos se irán haciendo más intensos y duraderos.
El dolor puede acompañarse de otros síntomas: Heces con sangre y mucosidad, vómitos, diarrea y la palpación de una masa abdominal.
Causas
En niños no suele encontrarse la causa. Como la mayoría de los casos suelen presentarse en otoño e invierno, se cree que algún virus pueda estar implicado. Probablemente por inflamación de una porción del intestino, que haga de “cabeza” de la invaginación. En algún caso, menos frecuentemente, hay alguna masa que hace de cabeza de la invaginación, como un pólipo o un divertículo de Meckel.
Complicaciones
La invaginación intestinal es una urgencia vital. Si no se soluciona puede provocar una perforación intestinal y una peritonitis que puede tener consecuencias fatales.
Tratamiento
A pesar de su gravedad, si se coge a tiempo el tratamiento es sencillo. Consiste en un enema con líquido que empuja la porción invaginada y soluciona la obstrucción. Dicho enema debe ponerse en un hospital, ya que es importante realizarlo a una presión controlada. Además, después hay que permanecer en observación por si el intestino está perforado. Si se ha producido necrosis, o si la invaginación lleva demasiado tiempo de evolución, puede ser necesaria una intervención quirúrgica.