Vacunemos a nuestros hijos
El objeto de las vacunas es que nuestros hijos estén preparados ante los ataques que sufrirán a lo largo de su vida, por eso es importante que les pongamos una serie de vacunas durante la infancia.
- Vacunemos frente la intolerancia. La mejor manera es viajar, que conozcan otras culturas, otro tipo de personas y que vean que el ser humano no es homogéneo ni monocolor.
- Vacunemos frente a la manipulación. Hagamos que estudien historia, que sepan que muchas de las soluciones que les venderán ya han sido intentadas en otras épocas y el resultado fue fallido.
- Vacunemos frente a la ignorancia. Estimularles a leer todo tipo de literatura.
- Vacunemos frente a los intentos de timo. Intentemos que tengan un mínimo de cultura económica, que vean que no hay nada regalado y que los éxitos de consiguen con esfuerzo y dedicación.
- Vacunemos frente a la envidia, haciéndoles ver que es distinta de la ambición. Como decía Hanibal Lecter “Se codicia lo que se ve”, y hay que enseñarles que si se quiere conseguir lo que se codicia el método no es quitándoselo a alguien sino trabajando duro.
- Vacunemos contra la esclavitud. Pare ello hay que tener opciones y la mejor manera es saber distintos idiomas, que nos permitan huir si es necesario.
- Vacunemos contra el fanatismo. Enseñémosles que a lo largo de la historia lo que en un momento parecía una verdad absoluta, se demostró falso posteriormente.
- Vacunemos contra la injusticia. Enseñémosles que no se puede atacar al que se encuentra en minoría o en situación de debilidad.
- Vacunemos contra la mentira, y para esto lo mejor es el ejemplo diario.
Sobre todo, asumir que la educación de nuestros hijos es de nuestra exclusiva responsabilidad y no podemos delegarla en el colegio, y mucho menos en Twitter o TikTok. Esto sin descartar por completo internet como fuente de conocimiento, allí hay mucha información válida y muy atractiva de ver para niños de una gran variedad de temas (historia, matemáticas, física, etc.), pero debemos de revisar el contenido antes de ellos.
Pero dejemos al maestro Kipling, que es capaz de expresar todo esto con mucha más belleza: Si…
» Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también toleras que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.
Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío! «
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